lunes, 10 de junio de 2024

PROGRAMA 152 STRAWBERRY FIELDS

 PROGRAMA 152 DE STRAWBERRY FIELDS. ENTREVISTA  A TONY BRAMWELL.



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Para poder disfrutar del Programa 152 de Strawberry Fields puedes escucharlo en el reproductor que tienes a continuación, pero si quieres leerlo puedes seguirlo haciendo más abajo.





PROGRAMA 152 STRAWBERRY FIELDS

 

Si quieres conocer algo sobre los Beatles, pregúntale a Tony Bramwell. Él se acuerda más que yo.

 

Paul McCartney.

 

[IN MY LIFE, THE BEATLES]

 

¿Qué tal familia beatle? Me entristeció mucho enterarme el pasado lunes día 3 de junio por la mañana, nada más haber empezado mi jornada laboral que Tony Bramwell había fallecido. Llegué a conocerle, contratarle para un festival beatle en Sevilla e incluso compartir unas pintas con Tony en dicho festival de 2017 en el que su presencia pareció incomodar al mismísimo Mark Lewisohn, otra de las personas contratadas. Tengo que confesar que si por Tony hubiera sido, no me habría faltado una cerveza en ningún momento porque cuando veía que se me estaba terminando, venía con otra. Durante aquellos días Tony fue muy divertido, amable y estaba lleno de historias que yo no había escuchado antes. Historias de una persona que compartió tanto con los Beatles... Los recuerdos son lejanos pero los guardo con mucho cariño dentro de mi memoria beatle porque siempre es un lujo el poder haber compartido momentos con alguien que fue tan cercano a ellos. Me acuerdo que tanto Fátima como yo pudimos estar varias horas a solas con él mientras se preparaban los conciertos de aquel evento y fue algo muy cercano. Ni nosotros dominábamos el inglés ni Tony el español, pero eso no fue un impedimento para compartir impresiones, preguntas e las fotos que teníamos nuestros teléfonos móviles de nuestros respectivos perros.

Y para el recuerdo guardo una bonita foto junto a él en la Plaza de España de la ciudad hispalense con él colgado literalmente de mi cuello. Así era Tony, siempre dispuesto a hacerse fotos y a convertirlas en momentos realmente divertidos. Ya no tuve más ocasiones para coincidir con él, pero mantuvimos el contacto en Facebook y Messenger. Es cierto que desde hacía bastantes semanas se notaba su ausencia en las redes sociales donde siempre se había mantenido bastante activo. Al parecer hacía un tiempo que Tony había sido hospitalizado pero ahora lo habían enviado a casa. Los médicos no le habían dicho qué le pasaba, había dicho el propio Tony. Eso al parecer fue hace un par de meses y ahora se nos ha marchado a la edad de 78 años. Descansa en paz amigo Tony y no te olvides de darles un fuerte abrazo a todos los que te precedieron.

Como te he dicho, en 2017 le tuvimos en Sevilla, pero previamente nos concedió una entrevista vía correo electrónico contándonos como conoció a los chicos, como empezó a trabajar para ellos y para Epstein, su papel dentro de la producción de vídeos, etc...  y que hoy compartiré y reproduciré para ti en este programa 152 en Radio Oasis Salamanca, Radio Free Rock y la plataforma de podcast desde la que me estés escuchando y espero que te resulte interesante.

 

[HERE THERE AND EVERYWHERE, THE BEATLES]

 

 

Reescribiendo el destino, Anthony Harry Ferguson Bramwell hubiera sido un "beatle". De compartir inicialmente la infancia con George Harrison, Paul McCartney o John Lennon en su ciudad natal de Liverpool, pasó a llevarle la guitarra al primero y así penetró en su universo artístico íntimo, para luego trabajar con Brian Epstein en NEMS, producir filmes musicales precursores de los videoclips —"I Feel Fine", "Ticket To Ride", "Day Tripper", "Strawberry Fields Forever" o "Penny Lane" entre otros—, y acabar desempeñando el cargo de Director General de Apple Records. Tras la ruptura del cuarteto, Tony sobresalió como promotor discográfico independiente en el Reino Unido con la representación de figuras de la talla de Bruce Springsteen, amén de coordinar y divulgar bandas sonoras de películas, tales como la saga James Bond —incluyendo el tema de Paul McCartney en Vive y deja morir—, Carros de fuego, Dirty Dancing y Ghost.

 

P: Conociste antes a George Harrison, que de niño fue repartidor de carne en Speke, vuestro barrio, una labor que no ha trascendido a las biografías. ¿En qué año lo recuerdas empezando en esta ocupación y por cuánto tiempo?

 

R: Nos hicimos amigos cuando él cumplió los siete, dos más que yo. Alrededor de 1954, a los once, comenzó a trabajar los sábados por la mañana para E.R. Hughes, nuestro carnicero local de Hunt Cross. Llegaba en una vieja bicicleta negra, provista de una enorme cesta amarrada al manillar, traía los pedidos de mi madre y se paraba un rato en casa, por cotillear un poco y tomarse una taza de té con un trozo de pastel. Lo recuerdo así durante varios años.

 

P: Hablando de "carne", George curiosamente contaba en I Me Mine, su autobiografía, que la reminiscencia musical más remota que guardaba de la infancia era "One Meat Ball", y después "Hong Kong Blues". ¿Cuáles son las tuyas?

 

R: Las mías derivan probablemente de los largometrajes de Walt Disney aunque, en términos de música popular, destacan el boom inicial del skiffle y algún que otro éxito de Tommy Steele. A esto se fueron sumando los discos que caían en nuestras manos y que intercambiábamos.

 

P: ¿Te acuerdas de alguno en concreto que le gustara especialmente a George?

 

R: El álbum The "Chirping" Crickets y material de Duane Eddy. Pero nos encantaba una canción muy divertida de Sonny James, "The Cat Came Back", tal vez la cara B de "Young Love" en alguna de las ediciones que circulaban por aquel entonces, al final de 1956.

 

P: En esta época previa a 1960, ¿sabías que George Harrison tocaba la guitarra?

 

R: Por supuesto. Él empezó a recibir clases de guitarra a los nueve años, pero no le gustaba. A menudo se la traía a casa o tocaba con una que yo tenía.

 

P: Luego llegó Paul McCartney, al cual has aludido en ocasiones como tu "viejo amigo de montar en bici". ¿Recuerdas exactamente el momento en que le conociste? ¿Alguna anécdota de pedalear juntos en Liverpool?

 

R: Nuestra relación arranca aproximadamente de 1951. Dos años más tarde Paul y su hermano Michael empezaron a unirse esporádicamente a los demás chicos de la zona, cogiendo todos nuestras bicicletas para recorrer la orilla del río Mersey o adentrarnos en los bosques de Liverpool. Visitas habituales eran, por citar algunas, la mansión tudoriana de Speke Hall, un impresionante edificio del siglo XVI, o la cantera de Woolton, donde también solía jugar un tal John Lennon.

 

P: Y cuando ya la música entró en vuestras vidas, ¿considerabas a McCartney un compositor precoz? ¿Puedes aportar algún título inédito que no haya salido a la luz?

 

R: Aunque él no escribía canciones en aquel tiempo, estaba aprendiendo a tocar la trompeta y el piano con la ayuda de su padre. Sus logros inmediatos fueron "Red Red Robin" y "Carolina Moon". Sin embargo, cuando murió su madre, llegó a añorarla tanto que la primera que compuso la hizo pensando en ella, "I Lost My Little Girl". Pero, en realidad, su debut profesional con "Love Me Do" es lo que en mi memoria marca el antes y el después.

 

[I LOST MY LITTLE GIRL, PAUL MCCARTNEY]

 

P: Una de las grandes referencias de Paul ha sido Buddy Holly, de quien posee su catálogo editorial. Al parecer te envidió por ganar tú un concurso del New Musical Express que te permitió verle en su concierto con The Crickets en Liverpool.

 

R: No sólo él, sino la pandilla entera se sintió celosa de que le hubiera conocido personalmente cuando tocó en nuestra ciudad, el 20 de marzo de 1958 en el Philharmonic Hall. Yo no podía comprender por qué fui el único que asistió... ¡a las dos sesiones!

 

P: ¿Recuerdas a McCartney cantando éxitos de Buddy Holly? O algún otro tema que tú le vieras interpretar de adolescente, antes de existir la conciencia de grupo?

 

R: Paul estaba siempre tarareando rocanrol clásico pero también hacía suyas las canciones de bandas más antiguas y artistas como Fats Waller. "I'm Gonna Sit Right Down and Write Myself A Letter", incluida en su álbum Kisses From The Bottom, es una de ellas.

 

[I'M GONNA SIT RIGHT DOWN AND WRITE MYSELF A LETTER, PAUL MCCARTNEY]

 

P: ¿Recuerdas alguna anécdota musical concreta de Paul en la época de The Quarrymen, entre 1957 y 1959?

 

R: Siempre me asombró la capacidad que poseía sobre los demás, pese a ser zurdo, de dominar cualquier instrumento de diestro sin necesidad de modificarlo, invertir las cuerdas, etc. Y creo que llegó a conseguir un ejemplar del libro de Bert Weedon sobre cómo tocar la guitarra, Play In A Day, que prácticamente se convertiría en una biblia para el resto.

 

P: John Lennon fue el siguiente. Al referirte a él como "nuestro delincuente local", ¿qué es lo primero que te viene a la cabeza? ¿Alguna gamberrada en particular?

 

R: Como John Lennon se había ganado la fama de "chico malo" que hacía novillos, mi madre me prohibió relacionarme con él, ya que probablemente iba a estar siempre metido en problemas. Ella era amiga de su tía Mimi y, como es obvio, hablaban de los niños. Me acuerdo de John queriendo parecer duro y actuando así sin serlo en la realidad, como cuando hubo un incendio en un club juvenil del barrio por el que lo culparon... Si los auténticos teddy boys lo hubieran visto, ¡él habría salido corriendo!

 

P: Los teddy boys sí se presentaron en la celebración de Rosebery Street, donde actuaron The Quarrymen en lo alto de un camión de carbón. ¿Lo viviste?

 

R: Fue el sábado 22 de junio de 1957 y yo tenía once años. Muchos de nosotros acudimos, los padres con sus hijos, para unirnos a las actividades y ver a los chicos en directo. Pero Liverpool era una ciudad difícil, había bandas con nombres como "Bath Hall Bloods", cuyas novias, las "Judies", también intimidaban. Aquel día se abrieron paso entre la multitud y The Quarrymen se percataron de ello, pero lograron terminar la canción que estaban tocando. Yo vi a John y los demás recoger apresuradamente el equipo y escapar por la ventana de la casa de detrás, que pertenecía a la Sra. Roberts, una de las organizadoras.

 

P: Según cuentas, George Harrison y tú fuisteis espectadores de excepción en la verbena de Woolton durante el encuentro inicial entre John Lennon y Paul McCartney el sábado 6 de julio de 1957. ¿Algo que añadir? ¿Qué tal la fiesta del sesenta aniversario en 2017?

 

R: Una velada histórica. Recuerdo que volví a ver a The Quarrymen en aquel famoso concierto de Woolton, aunque he de confesar, si tengo que ser honesto, que no me parecieron demasiado buenos, pues había grupos de skiffle mucho mejores en la época. George y yo andábamos por allí cuando oímos el sonido de la guitarra que venía del hall de la Iglesia. Y nos topamos con John casi echado encima de Paul, intentando distinguir en su miopía las notas que éste tocaba. Pasados sesenta años, ha sido verdaderamente entrañable visitar el lugar y encontrar a antiguos amigos con los que no hablaba desde hacía mucho, incluyendo a Dougie Chadwick, el conductor del camión que utilizaron como escenario.

 

P: Transcurrió el tiempo, The Quarrymen evolucionaron, y un martes 27 de diciembre de 1960 coincidiste con Harrison en un autobús camino de la actuación de una banda supuestamente alemana bajo el nombre de The Beatles. Sorprendido, le pediste que te permitiera llevarle la guitarra y a partir de ahí entraste profesionalmente en el preámbulo de un fenómeno que jamás pudiste imaginar.

 

R: El concierto en el salón del Ayuntamiento de Litherland fue una experiencia muy excitante. Por un lado, me sirvió para reubicar a mi camarada de la infancia en su estatus artístico actual, tras haberlo dejado con su "big time" en The Quarrymen. Por otro, descubrí la magia de unos Beatles en bruto interpretando esa mezcla de rock and roll y viejas canciones, con una indumentaria que les distinguía completamente: cuero y botas de cowboy en vez de la imagen habitual de los suits de color rosa y el show de una orquesta de baile.

 

P: Analicemos la conexión germana de The Beatles a través de Tony Sheridan con el porvenir discográfico del cuarteto, en la cual surge un personaje coyuntural al que quizá conociste. ¿Existió Raymond Jones?

 

R: Por supuesto que sí. Al sábado siguiente de que él se interesara por el sencillo de "My Bonnie" / "The Saints", el 4 de noviembre de 1961, Brian me preguntó si yo lo había escuchado, a lo cual contesté que tenía una copia en casa, porque Stuart Sutcliffe le había mandado algunas a George desde Hamburgo. "¿Quiénes son exactamente The Beat Brothers", añadió. Le expliqué que eran mis colegas, The Beatles.

 

[MY BONNIE, THE BEATLES & TONY SHERIDAN]

 

P: Ávido consumidor de vinilo en la medida de tus posibilidades, recadero gratuito, confidente quinceañero... ¿Cómo entraste a formar parte de la plantilla de North East Music Stores?

 

R: Yo había dejado la escuela en junio de 1962 para comenzar un curso remunerado de delineación en la planta local de Ford. Una noche en la que ayudaba al grupo durante una actuación en Liverpool se me acercó Brian y me ofreció el doble a la semana por trabajar con él. Le dije que debía consultarlo con mi madre y me pidió que le comunicara que deseaba verla. Sucedió así, se reunieron, y ella salió de su oficina contenta y convencida de que yo iniciara una carrera dentro del "management artístico", como Brian solemnemente se lo describió, en lugar de la industria automovilística. Así era Mr. Brian Epstein.

 

P: Poco después vendría Ringo Starr. ¿Cómo viviste la sustitución de Pete Best? ¿Llegaste a hablar con él en aquel duro trance?

 

R: No se comentó mucho entre nosotros, pero fue una especie de "amputación" con el sufrimiento correspondiente. Estando The Casbah cerrado, me encontré a Pete por allí y se desahogó conmigo, afirmando que podía tocar tan bien como Ringo y que por algo Brian le había propuesto liderar una banda. Recuerdo luego a cientos de chicas manifestándose con pancartas por la calle. Se congregaron delante de NEMS, gritando "Pete forever, Ringo never!". Desde los ventanales, Alistair Taylor y yo mirábamos hacia abajo, agachándonos un poco para no ser vistos o, como insinuó nuestro jefe, por si alguien tiraba una piedra. Y, mostrándose tan preocupado como de costumbre, Brian comentó: "Parece que de verdad les gustaba Pete".

 

P: ¿Y cómo se lo tomó Ringo? Porque Pete, durante una entrevista en 1985 con motivo de la publicación de su libro Beatle! (The Pete Best Story), aún mantenía su superioridad tocando los tambores.

 

R: Pete daba la talla como un estupendo baterista, pero necesitaba mejorar su kit, y Ringo se presentó como un muchacho amigable que encajaba más con el sentido del humor de The Beatles y el estilo de vida del grupo. Al final, inesperadamente, resultó que yo tenía mucho en común con éste, ya que nuestras novias eran amigas de toda la vida.

 

P: "Love Me Do" salió al mercado un viernes 5 de octubre de 1962. ¿Ficción o realidad el que Epstein adquiriera 10.000 ejemplares del single?

 

R: Yo me hallaba en NEMS cuando llegaron los discos y presencié asombrado cómo descargaron las cajas de cartón una tras otra en el almacén, hasta contabilizar la decena de millar de unidades del single virgen. "Se venderán rápido", dijo Brian a la defensiva, y de inmediato nos explicó la campaña a realizar para asegurarse de ello. Nuestra broma recurrente era que tal vez Queenie, su madre, le había comprado la mayoría y los apilaba en el salón.

 

P: ¿Cuál fue la primera impresión que te causó aquel vinilo?

 

R: Que reflejaba a la perfección el espíritu en directo del cuarteto. "My Bonnie" fue un tanto decepcionante, pues no les hacía justicia, pero yo había oído "Love Me Do" infinidad de veces antes y ahora sonaba auténtico y diferente. E incluso podías cantar con el disco, cosa impracticable cuando la interpretaban en los conciertos.

 

[LOVE ME DO, THE BEATLES]

 

P: George Harrison dijo que la primera lucha del artista era por el espacio, y se refería a la banda en ruta. ¿Te acuerdas de ese ir y venir al volante entre 1962 y 1963 a la vez que crecía la fama?

 

R: Desde luego. Neil Aspinall había aportado su furgoneta Bedford de segunda mano. Cuando la contratación implicó mayores distancias, Brian Epstein decidió invertir en una Commer nueva, con mejor suspensión y menos propensa a las averías, pero no tan espaciosa y sólo parcialmente más confortable.

 

P: ¿Te atreves a narrar algún percance, si es que lo hubo?

 

R: Aunque sufrimos varios accidentes, por fortuna nadie salió herido jamás. George, que conducía, llevaba el volante un día de nieve espesa, regresando a Liverpool desde Kingston upon Hull, en Yorkshire. Patinó en el firme helado, cuando bordeábamos un canal, y nos caímos por un terraplén. No obstante, peor fue cuando John, que no tenía carnet y veía más bien poco de noche, se empeñó en coger el vehículo en el norte de Gales, por una carretera estrecha y empinada, muy peligrosa. Empezó a hacer eses, perdió el control y creímos que nos íbamos a salir por el límite de la pendiente, pero terminamos en un brezal. Nadie ha vuelto a hablar de esto, pero podría haber sido el final de The Beatles.

 

P: "Please Please Me" representó el debut del cuarteto encabezando el hit parade y, a partir de ahí, toda una sucesión de números 1. ¿Cuándo se desató en Inglaterra exactamente lo que hoy se conoce como beatlemanía?

 

R: Entre "From Me To You" y "She Loves You". Nos tuvimos que establecer en Londres y, para The Beatles, hasta las limusinas resultaban demasiado vulnerables.

 

[SHE LOVES YOU, THE BEATLES]

 

P: Haz memoria sobre vuestra integración en la capital. ¿Fue fácil?

 

R: Nos mudamos con NEMS a Argyle Street un viernes y abrimos el lunes siguiente por la mañana. Al principio experimentamos mucha nostalgia, porque veíamos muy difícil relacionarnos con los londinenses, y nosotros para ellos no éramos más que scousers, locos y pillos, que mascullaban una jerga extraña que nadie parecía comprender. Brian, que ya ni siquiera dormía, me presentaba así: "Éste es Tony, mi segundo par de manos". El grupo vendría después, y pronto comenzamos a hacer amigos.

 

P: Amistades pertenecientes al show business local, ¿no? ¿Algún sitio particular de reunión? ¿Fiestas privadas?

 

R: En efecto. Nuestra guarida favorita era una construcción muy alta que había en Gunterstone Road, en el barrio de West Kensington, dividida en estudios, uno por planta. The Beatles, The Rolling Stones y sus acompañantes nos sentíamos atraídos por aquella casa adosada como polillas a la luz. The Moody Blues vivían allí y Billie Davies era su vecina, al igual que Brian Jones. Mis recuerdos más preciados proceden de aquellos tiempos, sobre todo cuando los encuentros subieron de nivel y se apuntaban Judy Garland, Liz Taylor, Peter Sellers o Steve McQueen. Nuestros invitados incluían desde jóvenes actores británicos emergentes, como Michael Caine o Dudley Moore, hasta artistas muy consolidados, que se hallaban de paso por Londres, como Cary Grant o Sammy Davis Jr. Yo siempre estaba dando bandazos con Sammy y acabábamos en un pub de Bruton Street, en Mayfair. Bebíamos su cerveza predilecta y charlábamos de cine.

 

P: ¿Cuál supuso a tu juicio el detonante de la conquista de EE.UU. por The Beatles en 1964?

 

R: Indudablemente la aparición en el show de Ed Sullivan. Yo no fui, porque Brian me había responsabilizado de sus otras exclusivas, como Cilla Black y Gerry y The Pacemakers, al margen de atender la oficina por si telefoneaban con alguna propuesta urgente. Les vi a su regreso, en Abbey Road, felicité a George Harrison por su cumpleaños y bromeamos mucho. No me suena que mencionásemos América en aquel instante, y el impacto que el cuarteto había causado allí se antojaba como muy lejano.

 

P: The Beatles irrumpieron en el séptimo arte y en ti despertaría luego la vocación cinematográfica. ¿Cómo se desarrolló el rodaje de A Hard Day's Night?

 

R: Yo asistí a algunas de las filmaciones en el West End. Me encargué incluso de organizar a los cientos de fans vociferantes, estudiantes en realidad de la Royal Central Shcool of Speech & Drama londinense que cobraron su tarifa como extras. A otros se les pagó también por perseguir al cuarteto a lo largo de Marylebone Road y Charlotte Street, lo cual no habría sido necesario, porque los de verdad surgían por millares. Yo me dedicaba a improvisar el almuerzo del grupo, recoger los trajes y mantener a salvo las guitarras para que no las robaran. Una auténtica locura.

 

[A HARD DAY'S NIGHT, THE BEATLES]

 

P: La fórmula de las giras y las películas se repetiría en 1965. ¿Qué destacarías de este frenético año?

 

R: Quizá el concierto más importante del tour fuera el del Shea Stadium, aquel domingo 15 de agosto de 1965, y así mismo un ambicioso proyecto para las cámaras del equipo de Sullivan. Y parecía ficción. No olvidaré a The Beatles volando en helicóptero desde el tejado del cercano edificio de World's Fair, para meterse luego en un camión blindado de Wells Fargo y salir corriendo por el túnel de los jugadores de béisbol hacia el escenario.

 

P: ¿Cuándo surge nuestro país en el corazón y la mente de Brian Epstein?

 

R: Brian conocía España mucho antes de que se convirtiera en un destino popular para los británicos, porque la había visitado con su familia en numerosas ocasiones. Tanto es así que, como solía hablarles muy a menudo a los chicos sobre el clima y la comida de allí, predispuso a Paul, George y Ringo a tomarse unas vacaciones en Tenerife en 1963, e invitó a John a acompañarle a Torremolinos. Y me consta que todos disfrutaron.

 

P: Siendo empleado de confianza de Epstein en NEMS, ¿te dejaste caer por nuestro país, con o sin él?

 

R: Pues sí. También descubrí Torremolinos gracias a él, cuando aquello no dejaba de ser un pueblo con escasos bares y una tienda de souvenirs de orfebrería. Ocurrió en 1964, año en el que viajamos además a Sevilla durante la Feria, una ciudad a la que regresé en 1967, pero sin Brian, por razones cinematográficas. Desde entonces no había vuelto a Andalucía, pero sí a Barcelona varias veces.

 

P: En la prensa de la época trascendió que el mánager de The Beatles se alojaba en el Hotel Madrid, un establecimiento sevillano icónico, ya desaparecido, con una espectacular exhibición de interiorismo hispalense, floridos patios y espacios temáticos. Así mismo constituía uno de los núcleos de las tertulias taurinas de entonces, que apasionaban a Brian. ¿Te acuerdas del lugar?

 

R: Por supuesto, era el sitio, la base de operaciones de Epstein, donde siempre le gustaba quedarse, al igual que a quienes dependían de él. En 1964 y 1967 yo estuve allí, y me acuerdo especialmente de un hall dedicado a la música.

 

P: El Hotel Madrid cerró sus puertas en noviembre de 1967, y tu reacción al volver a ver la imagen de aquella sala resulta patente. Los arabescos, la fuente, el piano, el arpa... una curiosa combinación artística, para Brian, entre lo musical y lo taurino. ¿Te hizo partícipe de esta segunda pasión?

 

R: Creo que, cuando vistamos la Costa del Sol, él asistió a una corrida de toros, cerca de Torremolinos, pero yo no fui. Brian amaba plenamente la ceremonia del toreo y la atmósfera circundante, potenciada además por el encuentro con ilustres aficionados como Ava Gadner, Orson Wells o Ernest Hemingway.

 

P: Y no sólo con americanos de la gran pantalla o de las letras, sino también con españoles, diestros incluso, como Manuel Benítez "El Cordobés", con quien desarrolló un vínculo más personal. ¿Tuviste tú algún trato con él?

 

R: En realidad sólo coincidí con Manuel, que yo recuerde, en una fiesta celebrada en Londres en 1966. Nos invitó la famosa periodista y corresponsal de guerra estadounidense Martha Gelhorn, amiga común de los anteriores, la cual me apreciaba mucho. "El Cordobés" era el único torero del mundo que se había hecho famoso por su apodo de "Beatle", y su presencia allí podría haber estado relacionada con la polémica que suscitó el documental Matador ante su emisión en la BBC. Y, hablando de filmes, hubo conversaciones en torno al proyecto de rodar una película con él, después de Help!, en 1965.

 

P: Por un lado, el affair de Matador llegaría al Parlamento en mayo de 1966 y, por otro, el pretendido largometraje con el cuarteto se desestimaría, pero al final fueron The Beatles quienes vistieron paradójicamente el traje de luces en octubre de 1965. ¿No es así?

 

R: Sí, durante una sesión fotográfica para la revista Fabulous, en la que España se simbolizó de ese modo, y simultáneamente la debilidad de Brian. Creo que intentaron, además, contar con trajes nacionales e instrumentos de distintos países. Por lo demás, aquel año tocaron en Las Ventas de Madrid y La Monumental de Barcelona, pero yo volví a quedarme en la oficina.

 

P: ¿En qué momento empezó a interesarte profesionalmente el arte de capturar la música con una cámara?

 

R: Sucedió en enero de 1964, cuando Brian Epstein adquirió una compañía llamada Suba Films que yo prácticamente terminaría dirigiendo. Se trataba de una iniciativa que se adelantaba a su época, por ser la única empresa independiente en Gran Bretaña que hacía videoclips, un concepto innovador en el show business. Y me enseñaron los mejores, como la veterana productora televisiva Vyvienne Moynihan, que trabajaba en Rediffusion y la contrató Brian.

 

P: ¿Resultó fácil al principio?

 

R: Lo cierto es que no. Todo estaba tan controlado por los sindicatos que bien poco se podía hacer. Así que decidí invertir el tiempo con directores y operadores, viendo cómo resolvían y aprendiendo a manejar las cámaras de cine que luego emplearía en los filmes promocionales.

 

P: Sin embargo, en la cresta de la ola, la evolución fue muy rápida. ¿Puedes resumirla, artística y técnicamente?

 

R: Me fui introduciendo de modo paulatino en la televisión, fundamentalmente con el canje de figuras entre UK y USA, diseñando sus apariciones y cerrando los acuerdos. Al final nos telefoneó Dick Clark, el responsable de los espacios Shindig y Where The Action Is?, y comenzamos a rodar material para ellos. El formato vídeo era novedad absoluta, disponíamos de una pequeña unidad móvil, un equipo macizo y muy pesado, y las videocassettes se asemejaban a maletines, pero me las ingenié para utilizar aquello con el propósito de dirigir y producir como si llevase toda la vida. Algo verdaderamente fantástico, el hecho de tener una idea y llevarla a cabo. Y una etapa mágica en la carrera de un joven de veintiún años involucrado plenamente en los Swinging Sixties.

 

P: ¿Qué clase de piezas hacías? ¿Cuáles eran los objetivos principales dentro del género representado por NEMS?

 

R: Empezamos con pequeños documentales clásicos, captándolo todo, desde el Festival de Rhythm & Blues de Richmond, donde intervenían The Animals, Long John Baldry's Steam Packet, The Who, Rod Stewart y The Rolling Stones, hasta Ferry Cross The Mersey de Gerry Marsden, un corto maravilloso que mostraba lo que era Liverpool y el Mersey Sound. Sería publicado en los EE.UU a través de United Artists, compañía con la que Brian y The Beatles desarrollaron una relación muy especial. Pero, por desgracia, muy pocos de los videos originales se conservan hoy día.

 

[FERRY CROSS THE MERSEY, GERRY AND THE PACEMAKERS]

 

P: El martes 23 de noviembre de 1965 marcó un hito en la trayectoria filmográfica de The Beatles con la realización de una serie de clips para "We Can Work It Out", "Day Tripper", "Help!", "Ticket To Ride" y "I Feel Fine", algunos de ellos en varias tomas. ¿Cuál es tu visión retrospectiva de aquella hazaña junto a Vyvienne?

 

R: Ese día fuimos en secreto a los estudios Twickenham con el fin de sacar adelante y partiendo de cero esa cantidad de material de promoción. Prometía no ser complicado y yo debía transformarme en una especie de director y productor, y digo "especie" porque no existía ningún tipo de guión, ni delimitación del espacio escénico, ni rider, ni nada. Se iba solucionando sobre la marcha una vez que yo preguntaba: "Bueno, chicos, ¿qué vamos a hacer ahora?". Éste fue el auténtico origen del videoclip en la música pop. En Twickenham rodamos tres versiones como mucho de cada promo y luego enviamos copias de las mejores, libres de cargos, a las diferentes cadenas televisivas donde The Beatles habían estado. Pese a nuestras limitaciones, EMI se quejó de que nos hubiéramos gastado un total 750 libras. Y, cuando nos los comunicaron, salimos de la oficina riéndonos.

 

[HELP!, THE BEATLES]

 

P: Aparte de la interpretación, ¿a qué nivel llegaba a implicarse el cuarteto?

 

R: The Beatles se sometían con agrado a semejante hiperactividad. Hay una instantánea en la que se les ve comiendo fish & chips en el suelo, sobre un papel de periódico, para no perder ni un segundo. Además, Paul McCartney y yo editábamos juntos las filmaciones brutas. En aquel tiempo a él le encantaba el cine y cualquier cosa relacionada, de modo que lo convertíamos para vídeo y televisión muy rápido. Ambos trabajaríamos en muchos otros clips durante los años venideros.

 

P: La postproducción contó incluso con la propia banda regrabando el sonido de la película del Shea Stadium, ¿no?

 

R: Me acuerdo perfectamente de aquella fría mañana de 1966 en Londres, cuando la filmación llegó a NEMS a efectos de ser aprobada y emitirse en el mundo entero. Epstein me pidió que alquilara una sala para visionarla, y conseguí un teatro en Wardour Street, pero después de soportar aquello, me confesó que no podíamos permitir que saliera a la luz, si bien agregó: "¿Podrás arreglarlo, Tony?". El ruido de las fans era ensordecedor pues, aunque el equipo de Ed Sullivan desplegó doce cámaras por el estadio, al audio no se le prestó demasiada atención.

 

P: ¿Y cómo lo resolviste?

 

R: Posteriormente me senté con George Martin a verlo y el remedio fue concertar una cita para que el cuarteto registrara el audio. Cuando estaban preparados, les dije que no olvidaran "actuar con naturalidad", por jugar con el título del tema de Ringo en el setlist, que fue imposible cuadrarlo con la imagen. Cuando ellos supervisaron el material acabado, les sorprendió la calidad del filme. La sincronización y los añadidos, impecables. Nunca se lo comunicamos a la gente de la productora del programa de Sullivan ni a nadie.

 

[ACT NATURALLY, THE BEATLES]

 

P: La pesadilla de las giras concluyó en 1966. ¿Estimas que semejante "desbandada" respondió a la imperiosa búsqueda de la libertad individual por parte de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr? ¿Puedes aportar alguna anécdota al respecto?

 

R: Paul me llegó a contar como burló la seguridad en el Hotel Hilton de Tokio. El cordón era tan férreo que cuando los demás intentaron salir, la policía les sorprendió y les obligó a regresar a la suite. McCartney se colocó su viejo bigote falso, se puso unas gafas grandes y se fue de compras y a hacer turismo. Hasta nos trajo algunos regalos, incluyendo un montón de lo que los occidentales llaman "happy coats", que son kimonos cortos de mangas anchas con varios diseños. Me dio un par de ellos, que a menudo me ponía luego en casa, por ser muy cómodos. Ojalá los hubiera conservado.

 

P: Hablando del mostacho de pega, que utilizó para venir a España de incógnito en noviembre de aquel año, ¿qué más nos revelarías del viaje secreto con Mal Evans?

 

R: En realidad aquello no supuso un secreto para nosotros. The Beatles se sintieron ociosos por primera vez y Paul McCartney fue el único que permaneció en Londres, cansándose de escuchar si se habían disuelto o no y qué les depararía el futuro. Como John y él se encontraban tan lejos el uno del otro, a Paul le pareció una buena idea ir a España en su Aston Martin para verle y componer algo en tierra ajena.

 

P: Por cierto, ¿no serías tú quien atendiera el teléfono cuando Mal y él llamaron a NEMS para saber el paradero de John? Tendrías noticias de que desviaron su ruta hacia Sevilla.

 

R: Probablemente fue Joanne Newfield, la secretaria de Brian, que se casó con Colin Petersen, ex baterista de Bee Gees.

 

P: Ya que mencionas a Bee Gees, su mánager Robert Stigwood estuvo a punto de representar a The Beatles, ¿no?

 

R: A principios de 1967 Brian Epstein empezó a plantearse el vender a The Beatles, y Robert Stigwood aspiraba a ser el mejor postor. Se sentía muy enfermo y quería escapar del circo que había creado, por lo que necesitaba reunir suficiente dinero para vivir holgada y confortablemente en España como apoderado de algunos toreros. Me pidió que rodara una película llamada Feria de Seville, que originalmente pretendía hacer él mismo. Y, para darle una sorpresa, la llevé a cabo con Peter Goldman, un director sueco de televisión muy vanguardista. A la filmación del Real le sumamos cofradías, vírgenes, cirios y cornetas... mezclándolo con corridas de toros y sevillanas guapas. Pero ésta se consideró bastante cruel y la censura la clasificó para adultos. Sólo se exhibió en unos cuantos festivales de cine a nivel mundial y hoy acumula polvo en los archivos de Apple.

 

P: Ya que hablas de Peter Goldman, él participó en los siguientes filmes de promoción de The Beatles. Cuéntanos cómo se superaron los realizados en 1965.

 

R: Sí, continuamos produciendo videoclips, un material que a Brian le encantaba. "Penny Lane" y "Strawberry Fields Forever" fueron los primeros verdaderamente creativos. Después de algunos experimentos, los rodamos en formato cine porque habíamos hecho "Paperback Writer" y "Rain" en la nueva cinta de vídeo para color, que todavía resultaba muy inestable. Tenía la ventaja de que permitía rebobinar y filmar de nuevo, pero si el proceso se repetía varias veces acababa deteriorándose. Y me acuerdo de que en "Penny Lane" aparecí como un sirviente del siglo XVIII, entregando a McCartney el Höfner y a Harrison la Epiphone Casino.

 

[PENNY LANE, THE BEATLES]

 

P: ¿Y qué tal el rodaje de "A Day In The Life" como clip promocional del álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band?

 

R: Recuerdo claramente esa filmación durante una de las últimas sesiones del tema, que George Martin arregló para orquesta con Paul McCartney, o como éste describió, para "un conjunto de pingüinos" que no tocarían nada mientras él los dirigía. Lo captamos todo, comenzando por los invitados, pero la BBC prohibió el vídeo, no por el filme en sí, sino por las referencias a las drogas de la canción.

 

P: ¿Pensaste que tu vinculación laboral con The Beatles se rompería con la desaparición de Brian Epstein?

 

R: Jamás me planteé que con la muerte de Brian mi trabajo pudiera correr algún riesgo. Desde el primer instante en que Brian contó conmigo, como ese "niño recién salido de la escuela", siempre me mostró una consideración especial. Sé que me llamaban el "enchufado del profe", pero no me preocupaba. Para ellos aparentemente yo no hacía nada, pero mi ocupación consistía en satisfacer los requerimientos eventuales, y Dios sabe que cumplía en lo mío. De modo que respetaron los deseos de Brian y permanecí allí como un empleado polifacético hasta dejarlo por decisión propia. The Beatles siempre consideraron NEMS como una empresa de Epstein pero, al fundar Apple, todos empezaron a comportarse como si fueran empleados regulares. Y se estaban reuniendo con gente muy diversa sin la protección de Mal Evans, Neil Aspinall o de un servidor.

 

P: Magical Mystery Tour vs Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. ¿Es cierto en este caso que "segundas partes nunca fueron buenas"?

 

R: En el papel, Magical Mystery Tour sonaba original y creativo desde el punto de vista artístico, pero amenazaba con volverse una pesadilla, aunque Paul dijera que iba a ser "algo grandioso". La composición titular ya estaba encauzada en Abbey Road, pero hacían falta más temas, no existía guion, se requería organización… en definitiva, necesitábamos a Brian.

 

P: ¿Y cuál fue tu cometido en esa a priori "alocada" aventura cinematográfica?

 

R: McCartney telefoneó a Denis O'Dell a los estudios Twickenham para plantearle la producción, se volvió hacia mí sobre la marcha y me dijo: "Tú puedes ser su ayudante, Tone". Como responsable de la organización del Teatro Savile y de la promoción, primero en NEMS y después en Apple, no se me antojó demasiado complicado asumir otro cargo, porque nada parecía imposible en un contexto tan irreal. Me preguntaba si estábamos jugando a ser hombres de negocios y si aquello ocurría de verdad. Pero yo sabía que Paul quería hacer Magical Mystery Tour para mantener a The Beatles ocupados, como una "especie de terapia".

 

P: Que terminó con un "tratamiento de shock" al estrenarse la película en la BBC el martes 26 de diciembre de 1967, en un formato para el que no fue concebida.

 

R: ¡Qué duda cabe! Paul McCartney había creado incoscientemente el prototipo del primer reality show televisivo y resultó muy frustrante para él aquella première en blanco y negro, por el colorido del vestuario, los maquillajes y los efectos especiales que se perdieron.

 

[MAGICAL MYSTERY TOUR, THE BEATLES]

 

P: Concluido el viaje mágico y misterioso, ¿cuándo retomaste tu actividad filmográfica rutinaria?

 

R: Pues fue el 11 de febrero de 1968 y gracias a Yellow Submarine, aunque por una razón bien distinta. Ese día The Beatles registraron "Hey Bulldog" en Abbey Road para la banda sonora del largometraje animado, mientras yo lo rodaba todo. No se precisaba ningún material promocional para la canción, pero la semana antes resolvieron "Lady Madonna", que Paul había escrito en memoria de su madre, y este single sí debía publicitarse con un clip. De modo que corté las tomas de la anterior, usando los trozos de los chicos tocando, sentados en el estudio, y lo monté con eso. Luego se esfumaron y creímos que habían sido robadas. Casi treinta años después, en agosto de 1999, mi película original reapareció y se destinó a la versión digital restaurada de Yellow Submarine.

 

P: El siguiente álbum de The Beatles consistiría en una vuelta a las raíces precedida por la inauguración de Apple y la salida del sencillo "Hey Jude" / "Revolution", con el apoyo de una promoción visiblemente minimalista.

 

R: Se propuso que el doble LP lo editara EMI en el Reino Unido, pero el 30 de agosto de 1968 lanzamos Apple Records y McCartney anunció que la primera compañía lo distribuiría, mientras que la segunda constituiría el sello discográfico de The Beatles. Decidieron que yo produjera un filme de 21 minutos para la promoción de Apple en Los Ángeles, de cara al mercado americano, cuyo propósito era demostrar a los ejecutivos de Capitol el espíritu del proyecto empresarial del cuarteto.

 

P: ¿En qué consistió y cuál fue la participación de cada uno?

 

R: Paul se involucró mucho en el proceso creativo de esta pieza, que incluyó secuencias de Mary Hopkin y James Taylor, así como de él mismo interpretando "Blackbird", que yo había rodado a principios de junio; material inédito de "A Day In The Life" con el grupo, prohibido por la BBC; imágenes de la galería de arte Indica y de la boutique Apple; y por último a The Beatles en un encuentro de negocios con Dick James en nuestra nueva oficicina de Wigmore Street. John Lennon insistió en que figurara también el Mago Alex, con su habitual bata blanca. El clip fue una "maniobra" maestra de las relaciones públicas.

 

[BLACKBIRD, THE BEATLES]

 

P: Y así llegamos a las sesiones de Get Back.

 

R: Yo gestioné todos los acuerdos y comenzamos a filmarles en Twikenham en enero de 1969. La idea original era hacer un cortometraje sobre la grabación de un álbum, pero se convertiría en una espiral dentro de la confusión de una banda chapurreando un centenar de canciones sin orden ni concierto, amén de la tensión que se respiraba y de una creciente aversión hacia Yoko Ono. A George Harrison le afectó más que a nadie. Y lo que se pretendió como un filme promocional terminó siendo un falso documental sin línea narrativa, tan malo que muy poca gente quiso que constara su nombre en los créditos. Al final, como una típica broma beatle, Mal Evans apareció como productor.

 

P: ¿Algo que añadir sobre la Apple Rooftop Performance?

 

R: Aquel frío jueves, 30 de enero de 1969, lo que se presentaba como el anticlímax terminaría proporcionando a la historia un momento icónico: el de su última actuación, sobre la azotea de Apple. De las seis canciones que tocaron, algunas de ellas dos veces, y sin contar una improvisada versión de "God Save The Queen", la que más me impactó fue "Don't Let Me Down". En ella John le rendía tributo a Yoko, pero también parecía referirse a The Beatles y a la relación entre ellos, como un ruego al mundo para que les comprendieran y valoraran todo lo que habían intentado alcanzar. Yo sabía que este concierto era realmente el final.

 

[DON'T LET ME DOWN, THE BEATLES]

 

P: Aunque el verdadero epitafio fue consensuado.

 

R: Sí, porque en julio de 1969 olvidaron sus diferencias lo suficiente como para afrontar la responsabilidad de llevar a cabo el LP Abbey Road, cuya consumación abarcaría agosto. Iba a ser su gran obra y uno de los más evocadores y hermosos álbumes para mí. George, al que siempre tendré como mi amigo de la infancia, comentaría: "Bueno, aquí estamos, en Abbey Road, nuestra casa de espiritualidad".

 

P: Por lo que a ti respecta, después de Apple vendría Hilary, compañía bautizada así en honor a la hija de Harry Saltzman, coproductor de la saga de James Bond. ¿Cuáles fueron tus primeras compilaciones para el séptimo arte?

 

R: Cronológicamente nos sumamos al proyecto Melody de David Puttnam, conocido por las siglas S.W.A.L.K. (Sealed With A Loving Kiss), rodado en Inglaterra en 1970 y estrenado en 1971, de cuya música me responsabilicé, contando con la participación de Bee Gees y Crosby, Stills & Nash. El álbum lo sacaría Polydor y el largometraje cosechó un gran triunfo en Japón.

 

P: Por aquella época también acudiste a Mary Hopkin como cantante y te acercaste a la carrera cinematográfica de Ringo Starr.

 

R: Sí, conseguí que Mary interpretara el tema "For All My Days" para la banda sonora de Kidnapped —David y Catriona—, protagonizada por Michael Caine en 1971. Y mi siguiente contribución a la recopilación musical cinematográfica fue That'll Be The Day en 1973 —Ése será el día—, otra creación de Goodtimes Enterprises, la productora de David Puttnam y Sanford Lieberson, iniciada el año antes. David Essex, Rosemary Leach y Ringo Starr encabezaron el reparto.

 

P: En octubre de 1972 Paul y Wings registraron "Live And Let Die" en los estudios Morgan de Willesden, Londres. Luego se anticipó en USA el lunes 16 de abril de 1973 en el especial televisivo James Paul McCartney e inmediatamente se incluiría en la gira inaugural del grupo en Gran Bretaña. ¿Cuál es la historia de la composición en relación a la película?

 

R: La sugerencia tomó forma cuando Live And Let Die —Vive y deja morir— estaba casi terminada. Según la inercia habitual, Salztman trataría de endosar a John Barry la partitura, pero le insinué intentar algo diferente, y pensé en Paul McCartney, lo cual entusiasmó a Harry. Fui a su casa y le describí la película, rogándole que se implicara. "Nunca escribo por encargo", me aclaró, "porque mi música va evolucionando, y los temas centrales de James Bond son muy específicos". Así que recurrí a Maurice Binder, artífice de esos fantásticos gráficos del Agente 007. Le encargué que hiciera una maqueta de los créditos iniciales, con la pistola, el fuego y la mujer desnuda. Alquilé un teatro y Paul lo visionó varias veces conmigo. De este modo, se sintió tan aliviado que le sobrevinieron algunas ideas a la cabeza al verlo, porque me dijo: "Lo haré y te agradezco que me lo hayas pedido".

 

P: Al final, hasta George Martin pondría su granito de arena.

 

R: Binder y McCartney se lo pasaron en grande trabajando fotograma a fotograma los fragmentos de la canción que encajarían con las secuencias escogidas del filme. Alrededor de una semana después, resueltas las bases, comprobé cómo George Martin remataba el resto, incorporando las explosiones y, en general, los efectos especiales en sus estudios Air de Oxford Street. "Live And Let Die" se convertiría en uno de los más grandes temas cinematográficos de todos los tiempos, además de imponerse en el mercado, pues fue nominado por la Academia. Y, a continuación, yo afrontaría The Man With The Golden Gun —El hombre de la pistola de oro—, en 1974.

 

[LIVE AND LET DIE, PAUL MCCARTNEY]

 

P: Y tus logros como promotor discográfico llegaron a oídos de Phil Spector.

 

R: Phil me propuso crear una nueva compañía con sede londinense para reeditar todos los álbumes que él había hecho, su catálogo completo, el trabajo de toda una vida, pero acabaría siendo una terrible pesadilla. Y me consta que también para John Lennon el relacionarse con él. Yo no sabía a quién se refería realmente en "Mind Games", pero llegué a la conclusión que estaba dirigida a Spector, que iba a producirle el LP Rock 'n' Roll.

 

P: ¿Te afectaron de alguna manera los desmanes artísticos de mediados de los setenta, como a algunos de vuestros amigos comunes?

 

R: En septiembre de 1974, Warner me planteó publicitar el disco del debut de Ronnie Wood en solitario, que tenía el extraño título de I've Got My Own Album To Do. Por entonces, recuerdo en una especie de "nube alcohólica" que Ravi Shankar actuaba en el Royal Albert Hall. George Harrison me pidió que asistiera y, aunque me excusé explicándole que debía atender a los de la compañía, me dijo que me los llevara. Yo no quería defraudarle y así lo hice, presentándome allí con Ronnie, Eric Clapton y los demás. Llegamos en taxi, un poco tarde y armando mucho jaleo. George nos había reservado el Palco de Honor, repleto de bebidas para nosotros, y Ravi alcanzaba el súmmum de su espectáculo. Mo Ostin, jefe de Warner en Los Ángeles, me preguntó, con la altisonancia típica de un borracho: "¿Qué clase de música es ésta, Tony?". Me aventuré a contestarle que una raga. "¡Una jodida raga!", añadió.

 

P: Aquello hubo de ser la première londinense del Music Festival From India de Ravi Shankar, el lunes 23 de de septiembre de 1974. ¿Y hasta dónde llegó vuestra incursión en una audiencia tan silenciosa y comedida?

 

R: Cuando Ravi culminó su interpretación, unos veinte minutos después, comenzamos a aplaudir efusivamente. En realidad, le hacíamos una gran ovación, levantando nuestros mecheros encendidos, silbando y gritando "¡otra, otra!". Pero resultaría tan evidente nuestro estado que George vino corriendo al palco, agitando los brazos y quejándose: "¡Le habéis faltado el respeto a un gran artista!". Shankar nos dirigió una mirada desde el escenario, preguntándose qué sucedería. Harrison se apaciguó por un instante, pero casi terminó en lágrimas durante la fiesta posterior, donde mis acompañantes se desmadrarían aún más.

 

P: ¿Y en qué momento ingresa Bruce Springteen en la "pandilla"?

 

R: Coincidimos en la famosa piscina del Hotel Sunset Marquis de Los Ángeles a mediados de los setenta. Cuando se enteró de que yo trabajaba con Phil Spector se le iluminaron los ojos y exclamó: "¡Mi héroe! Preséntamelo". Bruce tenía una residencia semanal en el club Roxy, adonde fuimos a verle, y se hallaba en plena forma. Nos acompañaba Annette Kleinbard, que cambió su nombre por el de Carol Connors, tras haber sido vocalista de The Teddy Bears junto a Phil, para quienes él compuso "To Know Him Is To Love Him". Hice las presentaciones después del show y al día siguiente visitamos Disneylandia. Esto sólo pasa en América.

 

P: ¿Y qué frutos musicales trajo consigo aquella vivencia?

 

R: Yo ya había promocionado el primer LP de Springteen, Greetings From Asbury Park, en 1973. Él y Phil Spector finalmente sintonizaron, sobre todo cuando aquél descubrió que éste le estaba grabando un álbum a Dion DiMucci, otro de sus ídolos, y contribuyó en un par de temas. La sesiones de Born To Be With You fueron un ejemplo más del caos reinante en torno al polémico personaje entre 1974 y 1975, que sobre la marcha reconstruyó a The Belmonts con Bruce Springteen y Roy Carr, periodista del New Musical Express, coreando y haciendo palmas de fondo. Para Dion, la producción "sonó a funeral".

 

[BORN TO BE WITH YOU, DION DIMUCCI]

 

P: Magnífica, por cierto, la obra de Roy Carr y Tony Tyler, The Beatles: An Illustrated Record, que en España apareció en 1976 con el título de The Beatles: Una guía ilustrada. ¿Tal vez tu mayor contraste con el cuarteto de Liverpool haya sido relacionarte con Ozzy Osbourne?

 

R: A John Michael Osbourne le conocí cuando él y su banda, Black Sabbath, vivían en un barco fondeado en el Támesis, algo increíble para cuatro tipos que estaban ganando cantidades ingentes de dinero. Jamás había visto tanta mugre en mi vida y aquel lugar literalmente constituía un contenedor de basura flotante. En contraposición estaban The Osmonds, de quienes Polydor me encargó su promoción, pues eran como niños en un mar de tiburones.

 

P: Y más tarde te cruzarías con The Who, Vangelis...

 

R: Poco después de la muerte de Keith Moon, cuando The Who se reunieron con Kenney Jones, ex baterista de Small Faces y The Faces, organicé un mini tour publicitario para lanzar su película documental de 1979, The Kids Are Alright, que resultó un éxito. Otra contratación muy interesante por parte de Polydor fue la de Demis Roussos y Vangelis, procedentes del grupo griego Aphrodite's Child, de modo que cuando David Puttnam quiso buscar algo nuevo para un pequeño filme suyo, que se tornaría muy grande en 1981, denominado Chariots Of Fire —Carros de fuego—, ipso facto me acordé de Vangelis por su dominio de los instrumentos electrónicos. Y pasaríamos días y noches sin interrupción en su estudio Nemo de Edgware Road. Luego le propuse Blade Runner.

 

P: Blade Runner se estrenó en España el 21 de agosto de 1982, año en el que agregarías a tu currículum a Mike Oldfield, Brian Ferry... y regresaste al cine musical.

 

R: En febrero de 1982 empecé a trabajar como freelance para Virgin, promocionando el álbum Five Miles Out de Mike Oldfield, entre otros. Seguí haciéndolo con Roxy Music para su próxima gira, cuyos ensayos arrancaron en agosto. Más adelante con el equipo de Village People para IDS (Independent Distribution Services). Y también participé en la campaña propagandística de la banda sonora de Dirty Dancing en 1987.

 

[LOVE IS STRANGE, DIRTY DANCING BSO]

 

P: ¿Y a lo largo de esas dos décadas mantuviste algún tipo de vínculo con The Beatles por separado, al margen de la experiencia para la película de James Bond de Paul McCartney? Comencemos por los setenta.

 

R: A nivel personal, veía más a Paul que a ninguno de los otros, porque John se volvió algo inaccesible al mudarse a EE.UU. Incluso cuando Yoko y él se distanciaron en 1974, escuché que ella le telefoneó pidiéndole ayuda. McCartney confesó que le había entristecido el mediar con Lennon para hacerle volver al redil. Pero a Linda le alegró mucho esto, porque sirvió para disipar las diferencias entre ambas parejas. Lamenté el divorcio de Ringo y Maureen en 1975 y también el de George y Pattie en 1977. Pero el mayor shock lo produjo la muerte en extrañas circunstancias de Mal Evans, abatido a tiros por la policía en un motel de Los Ángeles el 5 de enero de 1976. Un final tan violento, para un hombre que siempre había disfrutado de la vida, nos afectó mucho a quienes le apreciábamos y reforzó mi aversión hacia las drogas.

 

P: Profesionalmente tampoco decayó la relación entre vosotros.

 

R: En absoluto. Durante años, desde mi casa en Devon, continué promocionando discos para Paul, George y Ringo. Concretamente el último, que llegó a firmar con Polydor, se reunió conmigo en la oficina, porque yo le dirigí la campaña de su primer LP para la compañía, Rotogravure, en 1976. Con semejante propósito organicé una gran rueda de prensa en París, cena incluida, y nos alojamos en el George V, donde Brian Epstein y The Beatles recibieron la noticia de que "I Want To Hold Your Hand" era número 1 en la listas americanas en 1964. Cuando Ringo Starr llegó al hotel, tuve que mirarle dos veces, pues se había afeitado la cabeza. Me dijo que quería saber lo que sentía un calvo.

 

P: ¿Y en los ochenta?

 

R: Seguí en contacto con Paul McCartney, promoviendo a Wings en su etapa final, y viví muy de cerca su encarcelamiento en Japón por posesión de marihuana, el 16 de enero de 1980. "Estaba completamente convencido de que pasaría nueve o diez años en la cárcel", manifestó al ser liberado. Menos mal que el trance sólo duró nueve días.

 

P: ¿Cuándo supiste por última vez de John Lennon vivo?

 

R: Fue en la época que yo trabajaba para Polydor y él retomaba su actividad en el estudio en 1980, una aproximación bastante sorprendente, porque me dijo que lo llamara al día siguiente y, después de haberle escrito para proponerle que firmara con nosotros su álbum de regreso, no obtuve respuesta. El teléfono sonaría meses después, cuando un DJ de una emisora de radio estadounidense me comunicó en directo que John Lennon había sido asesinado, interesándose por mis sentimientos. "¿Estás seguro?", le pregunté incrédulo. Y no tuve más remedio que aceptar la terrible evidencia.

 

P: George Harrison ha representado el principio y también el fin de esta entrevista en nuestro "mágico y misterioso viaje" con The Beatles gracias a ti, parafraseando el título de tu libro, donde cuentas haberte encontrado con él tres años antes de su muerte.

 

R: Conservo en mi corazón la postrera imagen de George durante aquel invierno de 1998. Yo iba andando desde el metro de South Kensington hacia la agencia de Phil Collins para tratar un asunto promocional. Él se dirigía a Apple, justo a la vuelta de la esquina. Me saludó con un hola muy musical e incluso recuerdo las notas de las dos sílabas, su amplia sonrisa y el gran abrazo que nos dimos. Luego me enteré de que le habían diagnosticado un cáncer y ya no volví a ver más a la persona que me introdujo en el universo de los cuatro fabulosos.

 

[GOODBYE, MARY HOPKIN]

 

 

Es triste enterarse del fallecimiento de Tony Bramwell. Fue un buen compañero para nosotros durante el viaje de Los Beatles. Siempre dispuesto a reírse y lamento verle partir. Gracias Tony. Te quiero. De parte de Paul.


[CHARIOTS OF FIRE, VANGELIS]


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